momento aizun

A veces Aizun llega sin hacer ruido, y se sienta a mi lado, en el asiento del tren, sonriendo en cursiva mientras hablamos sin decir nada. Entonces me coge de la mano y cantamos por telepatía, respirando el mismo aire, y me dice sin palabras que se alegra de que compartamos ese momento sin tiempo, y por momentos se me contagia su luz.

Otras veces llega, como ahora, después de una larga espera, pero sé que su estancia no durará mucho. Su presencia no es suave, si no que llega haciendo ruido con su cota de malla y su espada berebere, haciéndome ver que está ahí aunque a mí no me lo parezca, que lo único que pasa es que está en huelga mental, y que sólo volverá cuando yo me lo merezca.

En ocasiones llora por mí, y cuando intento explicarle a alguien cómo es estar con él pero sin él, se ríe en mi cara helándome las palabras, porque sabe que me alegro de no saber cómo explicarlo.

Y cuando me enfurezco porque nadie más puede conocerlo (gesto altruista: estaría genial que todos tuvieramos un Aizun), me recuerda cuanto me gusta que en realidad sólo sea mío y que pueda dedicar todo su tiempo a estar justamente a este lado, que no es el mejor ni el más feliz, pero es el lado de Aizun.