Un día en cursiva

Hoy me siento cursiva... soy más cursiva que nunca, corro por la vía del tren y salto y grito YEEEEEEAAAAAAAH al estilo de Johnny Mo con Aizun de la mano, y canto mil canciones y me apetece ser amable y a la vez odiosa y a la vez liarme a patadas y a carcajadas.

Y por momentos todo encaja (¡cineasta de notable!) y realmente se produce la escena de la coreografía en plena calle, pegando saltos y gritando y explotando por dentro y escribiendo prácticamente sin signos de puntuación.

Y hablar de las mil películas que voy a ver, de las mil canciones que voy a escuchar, y sentir pena por la gente que en ese momento no es cursiva porque el cursivismo no se contagia, sino que sale de dentro y te rodea y te aprieta los pulmones con manos invisiblemente suaves, te agita la cabeza y te deja la mente en blanco, para que olvides todos los momentos en que no has sido, ni serás, en cursiva.