Surrealismo ilustrado en el tren de las 22.10, línea 3.
A un lado, revisor que lee un artículo titulado ¿Es la muerte un orgasmo?
Al otro, una chica que desmenuza un bocata de tortilla de patatas mientras le grita a alguien por teléfono - y en inglés - que sí, que le espere en la estación, pero que no piensa hablar con él.
Enfrente, un tío raro que canta, ríe y habla solo mientras muerde las asas de su mochila.
Detrás, dos cholos que fuman y llevan una radio con Camela a todo trapo.
De pie, un señor que solo habla inglés y que se ha equivocado de tren.
En un momento de clímax total, el señor perdido me pregunta cómo llegar a Cerdanyola, la chica que grita lanza el bocata de tortilla hacia atrás y el Tío Raro de la Mochila flipa con mis explicaciones sobre combinaciones entre las líneas 7, 4 y 3 de cercanías.
Cuando el señor perdido se baja del tren, el Tío Raro se siente con ganas de socializarse conmigo y alaba mis conocimientos sobre trenes y mi control con el inglés. Y de repente suelta: 'Porque este además está siendo el tren de los frikazos, ¿no? Quiero decir, esta es la línea mágica donde siempre pasan cosas raras, pero lo de hoy es surrealista, que lo escribe Dalí para un guión y lo publica y lo meten en la cárcel al segundo'.
Y lo dices tú, majo, que estás devorando tu propia mochila mientras cantas a gritos.
La chica gritona se baja, acompañada por los cholos de Camela y el revisor (sí, los revisores abandonan el tren a mitad de trayecto), y el Tío Raro sigue hablando solo durante dos paradas más y, al bajarse, me dice adiós con la mano, pero no sin antes ... comerese un moco.
Qué bonito.
Renfe Rocks.